jueves, marzo 22, 2007

El Cisne

Después de mucho tiempo de no añadir nada nuevo al blog, hoy por fin me decido a continuar. Si lo que presento a partir de hoy será mejor o peor que lo anterior, eso el tiempo y los visitantes lo dirán. Lo de hoy es una vez más l opinión de un animal, en este caso especialmente simbólico, aunque no parece estar muy contento de serlo:

EL CISNE
No me malinterpreten, pero si son ustedes románticos, lo que se dice románticos, pues ya se pueden ir por donde han venido. Hasta el pico, me tienen, con las musiquitas y los suspiritos y las palabras rebuscadas y las pamemas.
Si es que da grima. Una plaga, eso es lo que es el romanticismo. Debería estar prohibido; y a ver si se deciden de una vez a hacerlo. Créanme: sé de qué les hablo. No debe haber otro bicho que haya visto a tantos románticos como yo. Debe ser que los inspiro, vete a saber por qué. El caso es que llegan hasta ahí, al borde del lago, donde están ustedes, y ya estamos. Ya empiezan con los "¡oh!" y los "¡ah!". El otro día, sin ir más lejos. Vino uno, me vió, se sentó en un banco y se puso a escribir. Bueno, hasta aquí no habría nada que decir. Lo malo es que luego lo leyó en voz alta, y lo que le había salido era más o menos así:
Superas en blancura a la paloma,
arabesco de nieve es tu figura,
e ignorante de toda tu hermosura,
es tu cuerpo la insólita redoma
en la que se destila la elegancia.
No te aflija el carmín que hay en tus labios,
que sabes (y no saben ni los sabios)
llenar todo el estanque de prestancia.
Tu cuello, que se yergue interrogante,
soporta cual corona de tristeza
tu mirada profunda y penetrante,
y bogas y navegas con pereza,
llevándote por aguas adelante
una sutil estela de belleza.
¿Alguna vez habían oído tantas cursiladas juntas? Pues eso. Vamos a ver, en principio no tendría por qué quejarme, que a fin de cuentas me están halagando. Pero seamos serios: uno no es más que un pobre palmípedo. Tengo el cuello y el mal carácter de las ocas, y patas de las de pato, y si no canto, es porque yo sí sé que no tengo buena voz. O sea, que menos historias.
A veces, todos esos personajes que vienen a verme y se arroban y se extasían conmigo, me parecen más gansos que mis primos. Que los sentimientos, y hasta las emociones, son muy respetables, faltaría más. Pero de lo que sienten, o parecen sentir esos individuos, no me fío una pluma, que yo no tengo pelos.
Porque una cosa es sentir, y otra muy distinta, soñar en querer sentir. Demasiado rebuscado, y tirando a falso. ¿Qué puedes hacer, con ese estremecimiento inconcreto? No creo que te impulse a nada, como no sea a quedarte quieto y esperar que se te pase.
La vida es otra cosa, algo complicado y duro, y cada día lo mismo. ¿Cómo te vas a enfrentar a eso con suspiros y presentimientos? Además, que si en ese preciso momento se apareciese a tu lado la princesa de cuento de hadas o el príncipe azul, lo más probable es que no estuviese a la altura, que no acabase de satisfacerte. Me jugaría el cuello. Él, o ella, dirían algo que no debían decir, o tendrían una vacilación que no deberían tener, y el sueño se vendría al suelo, hecho añicos. Que sí, que ya sé que a veces no soy más que una excusa, y que lo que hay por debajo es ese impulso hacia otro individuo de tu misma especie. Eso lo entiendo, que uno también tiene sus instintos.
Bueno, si es como excusa vale, pero nada más. Que hay algunos que mezclan eso con unas ganas locas de ser desgraciados. Que tal parece que si no sufren, no disfrutan. Saben quienes digo, ¿verdad? Pues a esos, por favor, me los mantienen lejos, que ya bastante contaminada que está el agua.
Y se lo juro: al próximo que venga por aquí con un violín o algo parecido a darme la tabarra, me voy a salir del agua y me lío con él a picotazos.
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