sábado, abril 18, 2009

Noche de Reyes

Ante todo, un aviso: el cuento de hoy trata de sentimientos, y por si fuera poco, de buenos sentimientos. Sé perfectamente que existe un cierto rechazo de estos temas, y que al parecer, lo decente es ser un poco desalmado. También sé que existe lo que podríamos llamar diabéticos sentimentales, a los que les sienta muy mal un poco de dulce. Pero me niego a pedir excusas por escribir algo así. Salvo, claro está, por el estilo.

NOCHE DE REYES

Alex salió corriendo del portal. Miró a derecha e izquierda, y siguió corriendo, calle arriba. La noche era muy fría, y pronto se cansó de correr. Al ver un local iluminado, no lo pensó y se metió dentro. Era un cajero automático. Ya lo conocía, alguna vez había estado con mamá. Claro que eso pertenecía al pasado, y a mamá no quería volver a verla, después de lo que había hecho.

Mientras recuperaba el aliento, a salvo del frío de fuera, el bulto que había en un rincón se movió, y soltó un ruido raro.

Alex intentó no asustarse. Los bultos no pueden hacerte daño, sólo las personas. Claro que los bultos no se mueven, y tampoco hacen ruidos. El bulto volvió a moverse, y en él apareció paret de una cara. Se oyó una voz que decía:

- ¿Qué pasa?

Alex dejó de intentarlo, y se permitió estar muy asustado. Apenas pudo balbucear:

- Yo... yo...

El hombre que había dentro del bulto se incorporó a medias, y se le pudo ver la cara. Era un viejo, descuidado y mal vestido. Un mendigo, sin lugar a dudas. Miró a Alex con unos ojillos muy claros y dijo:

- Ya veo. Estás asustado. No tengas miedo. No te voy a hacer ningún daño. Y me parece que yo tampoco debo tener miedo. Tú no me vas a hacer daño, ¿verdad?

Alex, sorprendido, negó con la cabeza. No acertaba a comprender que alguien tan feo como el mendigo pudiera sentir miedo.

- ¿Qué te pasa? ¿Qué haces aquí? – preguntó el hombre.

- Me he escapado de casa – respondió Alex.

El mendigo acabó de incorporarse y se quedó sentado.

- ¿Y se puede saber por qué te has escapado? – preguntó.

Alex tragó saliva. No era fácil explicarlo.

- Mamá me ha engañado – dijo – No quiero volver a verla.

El mendigo, en vez de sonreir, como hacían los mayores cuando Alex hablaba, se quedó muy serio.

- ¿Te ha dicho una mentira?

- Sí.

- ¿Qué mentira?

- Los Reyes Magos.

El mendigo se pasó una mano por la barba gris, pareció meditar un momento, y volvió a preguntar:

- ¿Qué te ha dicho? ¿Qué no existen? ¿Qué son los padres?

- Sí.

El mendigo volvió a pensar un rato, y finalmente dijo:

- ¿Qué día es hoy?

- Cinco. De Enero – respondió Alex.

- Ya. Los Reyes Magos pasan esta noche; ¿no?

- Sí. Lo han dicho por la tele.

- Sí, sí, ya sé. Pero déjame que te haga una pregunta: ¿cuál es la mentira?

- ¿Qué?

- Eso mismo. ¿Cuál es la mentira? ¿Qué los regalos te los traen los Reyes Magos?

- Sí, eso es mentira.

- Pero los regalos, ¿son de verdad?

- Sí, claro – respondió Alex, un tanto confuso.

- Y esos regalos, te los hace alguien que te quiere. Porque mamá te quiere, ¿no es verdad?

- Sí – admitió Alex.

- Por cierto, sólo me has hablado de mamá. ¿Qué pasa con papá?

- No tengo papá.

- Ah. Entonces, puede que no lo entiendas, pero si no tienes papá, mamá tiene que quererte aún más. Porque tiene que hacerlo ella sola, ¿sabes?

Alex no dijo nada, e intentó comprender.

- Y por otra parte, ¿qué te crees? ¿Qué mamá sólo te hace regalos el día de Reyes?

- N-no – dijo Alex, dudoso.

- Tienes una casa, y una cama donde dormir. Es más de lo que tengo yo. Y seguro que a tí no te faltará un plato de sopa.

- No me gusta la sopa – replicó Alex.

El mendigo sonrió.

- A mí tampoco me gustaba, cuando podía tenerla. Pero además la tienes a ella. Y tener a alguien que te cuide, que te acompañe, con quien puedas hablar, es un regalo. Y no de los pequeños, te lo digo yo.

- Pero, ¿por qué me engañó? ¿Por qué no me dijo que era ella, la de los regalos?

- Eso ya es un poco más complicado. Mira; veces los mayores nos avergonzamos de ser como somos. Que mamá te haga un regalo, tiene un valor. Pero, ¿no sería bonito que ese regalo te lo hiciera alguien más importante? Un rey, por ejemplo. Mejor, tres reyes. Y no unos reyes cualquiera; mejor si tienen algo de mágicos. Y así, los regalos pueden ir envueltos, no en papel, sino en ilusión.

"Pero es que mamá ya es mágica, ¿no es cierto? No necesitaría disfrazarse de Reina Maga, aunque ella no lo sabe. Porque los Reyes Magos no son más que eso, un disfraz. Los papás y las mamás se disfrazan para sentirse un poco más importantes, y también para recibir su propio regalo, el regalo de tener a alguien a quien cuidar.

"Mira, lo de los Reyes Magos puede ser una mentira, pero no es un engaño. Porque es cierto que hay alguien que te quiere lo bastante como para hacerte regalos. Es cierto que tiene algo de mago, o de maga. Lo que es mentira es el precio, los regalos no son gratis, el transporte, que no es en camellos, y dos o tres nombres propios.

Absorto en las palabras del mendigo, Alex no había oído el ruido de la puerta. De repente, al volverse, vió que allí estaba mamá, de pie. No había forma de saber cuánto tiempo llevaba allí, ni lo que había oído. Dirigiéndose a Alex, dijo solo:

- Ven, Alex, vamos a casa.

Y volviéndose al mendigo, añadió:

- Gracias.

Ambos volvieron a casa. Y esa noche, como ocurre cada año, desde hace mucho tiempo, pasaron los Reyes Magos.
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