domingo, octubre 01, 2006

El Pirata

El cuento de hoy ha sido escrito en defensa propia. Demasiadas veces me ha ocurrido que determinados personajes han llegado casi al punto de hacerme avergonzar de ser hombre, y creo tener el derecho a ponerlos en su sitio. Y como diría Forrest Gump, no tengo nada más que decir sobre el tema.

En otro orden de cosas, quiero recordar que este mes de octubre se cumple el centenario del nacimiento de Dino Buzzati, que para mí, es el indiscutible maestro del cuento de todo el siglo XX. A los que no lo conozcan, les recomiedo encarecidamente que lo descubran. Según mis noticias, en toda su carrera escribió sólo dos novelas, algo que destruye el mito de que sólo un novelista puede llegar a ser un gran escritor. Y sin más dilación, aquí está el cuento.

EL PIRATA

Érase una vez un pirata viejo, feo y muy malo, que había raptado a una mujer y a su hijo. No los tenía encerrados en su barco, porque de hecho, el pirata no tenía barco. Lo cual era bastante raro; se supone que un barco forma parte del equipo básico de cualquier pirata que se precie. En algunos aspectos, la vida de la mujer y el niño parecía casi normal: el niño iba y venía del colegio, y la madre cuidaba de la casa y preparaba la comida.
En otros aspectos, las cosas no eran tan normales. A veces, mamá se levantaba muy tarde, o se levantaba triste, cansada y con mala cara, y el niño sabía que debía apresurarse a ir al colegio, para dejarla descansar. Y sobre todo, que al salir del colegio debía apresurarse a volver a casa, para hacerle compañía. Esas cosas pasaban de vez en cuando, pero nada avisaba de que estuvieran a punto de ocurrir. Por esa razón, el niño raras veces se quedaba a jugar con sus amigos.
Por las noches, el pirata volvía a casa, ya que vivía con ellos, probablemente para vigilarlos mejor. Era siempre un misterio con qué humor aparecería. Podía venir tranquilo, podía incluso venir contento. El niño recordaba perfectamente haberlo visto contento alguna vez. En ocasiones era incluso divertido, como cuando entraba farfullando cosas incomprensibles y tropezando con las sillas, y mamá tenía que acompañarlo hasta el dormitorio.
Lo más corriente, sin embargo, era que llegase de mal humor. Y por alguna razón incomprensible, verlos a ellos lo hacía enfurecerse más aún. En esos casos, mamá solía decirle al niño: “Vete a la cama”. Y el niño había aprendido que debía obedecer sin rechistar. Iba a su habitación, cerraba la puerta y se tapaba bien. Tal vez tuviera que meter la cabeza bajo la almohada, para intentar no oir los gritos, los golpes. Cuando eso había ocurrido, al día siguiente, el pirata le decía a mamá: “Lo siento. Perdóname”. Y ella asentía, con una sonrisa triste y resignada.
Pero las cosas no siempre pasaban del mismo modo, lo que resultaba muy desconcertante. Al menso una vez, el pirata no se había dejado ver a la mañana siguiente. Y mamá le preparó el desayuno al niño dándole la espalda, como si no quisiera verlo. Tampoco quiso darle un beso de despedida, volviendo la cabeza. Y el niño apenas si pudo ver las manchas oscuras que le habían salido a mamá en la cara, a un lado de la boca y alrededor del ojo.
En aquella ocasión, el niño, durante el recreo, se había quedado sentado, pensando. ¿Por qué no se escapaban, mamá y él? El pirata no los estaba vigilando todo el día. Aunque seguramente se lo tomaría mal. El niño había oído cómo el pirata le decía a mamá: “Tú eres mía, porque lo dice la ley”. La ley de los piratas, era de suponer. Quizá la verdadera causa de que no lo hicieran era que mamá, en el fondo, no quería irse. Tal vez estaba demasiado asustada. Tal vez esperaba que las cosas cambiasen, algún día. Porque aunque fuese duro reconocerlo, mamá no sabía nada acerca de cómo son los piratas.
El niño levantó los ojos al cielo y pensó que tal vez, algún día, los hombres del rey descubrirían que era un pirata, y se lo llevarían preso. Algún día...
Este cuento no concluye; el niño no sabe cómo hacerlo, y mamá tampoco. El pirata podría, pero es dudoso que quiera hacerlo, y menos aún acabarlo bien. Así que mucho me temo que alguien deberá prestarles ayuda.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Has pensado en regalarlo a una asociacion de víctimas de la violencia de genero ?

Creo que podria ser una buena idea

Ianur

7:40 a. m.  

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