viernes, septiembre 15, 2006

Problema de diseño

El cuento de hoy toma como base una antigua leyenda americana que me inventé para la ocasión. Cuando digo americana, incluyo la parte del continente que queda al sur de Río Grande; no me parece correcto que un solo país usurpe el nombre de todo un continente, o de dos, según se mire.

En cuanto al tema, hago lo que es habitual, y expongo ideas en las que creo. No espero convencer a nadie; no espero que nadie siga mis ideas. Pero sí espero que me las dejen seguir a mí. Y si alguien quiere acompañarme, será bienvenido, y si no, también. Y una asociación de ideas entre el concepto de "americano" y una leyenda sobre la Creación, me hace recordar una frase muy conocida entre nosotros: "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos". Aquí va el cuento:

PROBLEMA DE DISEÑO

Cuando Tata Dios creó el mundo, redondo como un plato, se lo llevó al jaguar, que era el encargado de guardarlo. El jaguar dijo:
- Padre, ¿por qué lo hiciste plano?
- Me pareció lo más sencillo - dijo Tata Dios - No tenía ganas de complicarme la vida. Además, no valía la pena. Sólo es un mundo.
El jaguar lo examinó y dijo:
- Ya veo que en él están pintados los animales y las plantas. O sea, que está acabado.
- No - dijo Tata Dios - porque quería ponerle algo más, unos habitantes especiales. Humanos, quería llamarlos.
- Pero, en un mundo plano, ¿qué habitantes puede haber?
- Bueno, habitantes planos. Chatos como garrapatas, moviéndose de acá para allá.
- Pero, si son chatos, no les va a caber mucho.
- No, claro que no. Un par de impulsos básicos, un solo ojo para que puedan ver lo que tienen delante de las narices, y poco más.
- Eso está bien - dijo una voz.
Ambos se sorprendieron y buscaron con la mirada al que había hablado. Era el buitre, posado en una rama cercana. Al verlo, el jaguar pensó, una vez más, por qué Tata Dios no se había esmerado un poco más en aquel pajarraco. Por lo menos, podía no haberle dejado un cuello tan pelado, que daba la sensación de que vestía un abrigo con demasiado escote.
Y, bien mirado, aquello era raro. Ninguno de los dos sospechaba que el buitre fuera capaz de hablar. La verdad, al verlo, uno tenía la impresión de que sólo era capaz de odiar. El jaguar sintió que se le erizaban los bigotes. Aunque hubiese hablado, eso no quería decir que fuese capaz de pensar. Pero si había llegado a hacerlo, cualquier día podía sorprenderlos con una idea. Y con sus instintos, cualquiera sabía lo que se le podía ocurrir. Era peligroso, el tipo; había algo torcido en él. Y si le parecía bien el mundo tal como estaba, es que había que cambiarlo. Por eso, el jaguar, que había estado a punto de darlo por bueno, dijo:
- Padre, ¿no sería mejor que fuese redondo?
- Ya es redondo - dijo Tata Dios.
- Aagh - graznó el buitre, burlonamente.
- Quiero decir - continuó el jaguar - como una pelota.
- ¿Por qué? - preguntó Tata Dios.
- Bueno, no sé. Me pareció que podía ser mejor.
Tata Dios se pasó la mano por la barbilla, pensativo, y dijo:
- En el fondo, es un problema de diseño. Así, plano como un plato, es más fácil de almacenar. Y más seguro. Lo dejas en cualquier sitio, y se queda quieto, sin ponerse a rodar.
“En cambio, si lo hago como una pelota, todo son problemas. La cosa se complica mucho. En primer lugar, se va a pasar rodando toda la vida. Es lo que hacen las pelotas. Además, va a poder volar. Es otra cosa que hacen las pelotas.
“Y, ¿qué tipo de habitantes voy a poner, en un mundo así? Ya no van a poder ser habitantes planos; deberían tener grosor. Pero si tienen grosor, ya les caben más cosas. No los puedo dejar sólo con un par de impulsos básicos; se quedarían muy vacíos. Habría que llenarlos un poco más, y ponerles algo por adentro para que no se aplanen, un refuerzo, un alma. Ya es otra cosa, algo un poquito más importante. Y a algo así, vale la pena darle un par de ojos, en vez de uno solo. Claro que si les pongo dos ojos, entonces van a poder distinguir lo que está cerca y lo que está lejos, lo que va delante y lo que va detrás. Porque van a tener perspectiva, es decir, criterio. Y eso vuelve a complicar las cosas. Tanto, que a ellos mismos les va a costar entenderse. Incluso...
Y Tata Dios se calló. El jaguar, intrigado, preguntó:
- ¿Qué?
- Nada, es una idea loca.
- Pero, ¿qué es?
- Bueno, se me había ocurrido que les podía poner un tercer ojo, pero mirando para adentro, en vez de para afuera. Para que pudiesen verse ellos mismos. Algo que podríamos llamar conciencia. Ya sé que es una idea loca, pero eso es lo que se me ha ocurrido. Y hay otro problema: en un mundo que vuela, o que puede volar, voy a tener que darles alas. Como medida de precaución, nomás. Pero tienen que estar ahí. Aunque no se vean. Aunque no sepan ni que las tienen. Aunque en vez de alas, las llamen espíritu.
- Aagh, no, no - dijo el buitre - Mala idea. Mala idea.
Entre el jaguar y Tata Dios se cruzó una mirada de complicidad. Al jaguar le gustaba la idea. Como todo el mundo sabe, a los jaguares les gusta jugar con una pelota, gatos, al fin y al cabo. Aquello convenció a Tata Dios, que al final se decidió y cambió el diseño.
Lo malo fué que el buitre, y algunos como él, por lo visto, no se enteraron.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Bueno y corto. Excelente. ianur

9:52 a. m.  

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