jueves, noviembre 08, 2007

El viaje en el tiempo

El cuento de hoy hace referencia a la creación artística, en este caso de una película. Actualmente, las referencias culturales por excelencia ya no se toman de la literatura, sino del cine. Cuando yo era pequeño, y los domingos por la tarde me iba al cine en vez de quedarme en casa leyendo un libro, ¡quién me iba a decir a mí que estaba haciendo cultura!

EL VIAJE EN EL TIEMPO

Galvez, que además de ser productor era un gran cínico, dijo:
- Así que una película de ciencia-ficción. Porque se trata de eso, ¿no? Un viaje en el tiempo...
- No tiene nada que ver – dijo Julián – Lo del viaje en el tiempo sólo es un título de trabajo, ya sabes, y en el fondo no es más que la excusa.
- Mejor – comentó Galvez – Porque ya me veía metido en un montaje lleno de efectos especiales. Y esas cosas, o se hacen bien, es decir, a lo caro, o se hace un ridículo espantoso. Pero si voy a meter mi dinero en ello, quiero tenerlo más claro.
- Puedo hacerle un resumen – dije yo.
- No se ofenda, joven – me dijo Galvez – Pero mejor que no. Usted es el guionista, ¿no? Lo que quiere decir que puede gastar tres páginas para decir "buenos días". Los escritores, ya se sabe. Si no le importa, prefiero que me lo haga Julián, que es el director, o espera serlo, que ya veremos. Venga, Julián, hazme un trailer.
- Un artista – empezó Julián – Un pintor, que espera ser famoso. Pero está a punto de perder la esperanza. Por casualidad, un vecino suyo, un tipo chiflado, ha inventado una máquina del tiempo. El artista viaja al futuro y descubre que ha conseguido triunfar. Visita una exposición, saca fotos a escondidas de los cuadros, vuelve al presente. Y empieza a copiar sus propios cuadros.
- Si me permite – interrumpí – eso plantea una cuestión interesante. Si el artista se limita a copiar, a copiarse, ¿de dónde han salido los cuadros? Es decir, ¿quién es el autor?
- Ya veo – dijo Galvez, frunciendo el ceño – Bueno, ¿qué más? ¿Cómo acaba la cosa? El tipo triunfa, ¿no? Y se queda con la chica. Porque no se os habrá ocurrido que no haya ninguna chica.
- Bueno – dijo Julián – aquí es donde no acabamos de ponernos de acuerdo – me miró – Según el guión original, el tipo, el artista, fracasa. Claro que el final se puede cambiar.
- Entiendo – dijo Galvez – Todo muy "New Age", ¿verdad? No vale hacer trampa, hay que trabajárselo, bla, bla, bla.
Una pausa, y continuó:
- Podría funcionar. Con un par de cambios, claro. En primer lugar, tiene que haber una chica, y la cosa tiene que echar chispas. Pasión, quiero decir. A la gente le gusta eso, sobre todo, porque la mayoría no lo ha tenido nunca.
Me temía que Galvez iba a empezar a divagar, pero había que permitírselo. A fin de cuentas, era quien iba a poner el dinero para la película. Incluso había que perdonarle que no tuviese ideas muy claras sobre la "New Age".
- En el fondo – seguía Galvez – una historia de amor muy apasionada puede llegar a ser un engorro. Ya sé que ahora parece imposible, pero hace años, yo viví algo de eso. Conocí a una chica, ella se encaprichó de mí, y nos liamos. Al cabo de un tiempo, cuando la cosa ya tenía que haberse acabado, yo estaba cansado, pero ella no. Por más que lo probé, no conseguía que me dejase tranquilo, no había forma de acabar la relación. Al final, tuve que hacer lo único que podía para que perdiese el interés: me casé con ella.
"Y otra cosa: hay que cambiar el final. El tipo tiene que triunfar. Como sea, ya arreglaréis los detalles. Todo eso de que no se puede hacer trampa es muy bonito, y probablemente sea verdad, pero la gente no quiere oirlo. No, necesitan creer que van a conseguir algo gratis, sin esfuerzo. Que cualquier día les va a tocar la lotería, aunque luego no sepan qué hacer con el dinero. Así que, joven – se encaró conmigo – hágame ese par de cambios, y cuando los tenga, vuelven a verme, a ver si hacemos negocio.
La entrevista se había acabado. Al salir, Julián me dijo:
- ¿Lo ves? Ya te dije que teníamos que presentarle la primera idea, la del fracaso, y que fuese cosa suya lo de quitarle hierro. Valiente tontería. Lo que es yo, estoy convencido de que hay mucha gente dispuesta a esforzarse, de que no todos somos unos tramposos incurables. Claro que ese es el problema de los cínicos: son todos unos crédulos. Se creerán cualquier cosa, con tal que sea mala.
Yo no contesté. Porque estaba convencido de que Galvez nos financiaría, y que la película sería un éxito. Mejor dicho, no es que estuviese convencido: es que lo sabía. Porque la máquina del tiempo del vecino chiflado realmente existía. Yo la había usado, y sabía cómo sería la película. Ya la había visto.
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