Papel
Por una vez, me voy a dejar llevar por mi impaciencia ante determinadas actitudes, y hoy no voy a presentar ningún cuento. Esta vez, pienso dejar mi opinión sobre un tema del que últimamente oigo hablar mucho:
PAPEL
Debo empezar confesando que el papel es algo que me ha acompañado toda la vida, y que ha sido la base de la mayoría de mis aficiones. Entre ellas se cuentan, por ejemplo, los recortables, maquetas que se recortan y pegan a partir de un dibujo impreso. Tampoco puedo olvidar la filatelia, que en el fondo consiste en coleccionar pedacitos de papel. Sería injusto, visto el enfoque de este blog, dejar a un lado la manía de escribir y contar historias, algo que empiezo siempre sobre papel, y a mano, antes de pasarlo al ordenador. Y "last but not least", es decir, por último, pero no menos importante, la papiroflexia, que los japoneses (y medio mundo) llaman origami, algo que me niego a hacer, entre otras cosas por haber conocido al creador de la palabra: el Dr. Solórzano Sagredo, del que tal vez hable otro día.
Pero el tema es el papel, y la obsesión que parece extenderse sobre su uso. Estoy de acuerdo en que el papel, como todo, debería usarse responsablemente y sin desperdiciarlo. Pero quiero hacer unas puntualizaciones sobre salvar los árboles y otras obsesiones. Al parecer, fué Humberto Eco quien comentó que si los indios y los chinos se decidiesen a usar el papel higiénico, no quedarían árboles. El señor Humberto Eco me merece todos los respetos como filósofo y escritor (ahí están El Nombre de la Rosa y El Péndulo de Foucault), pero me temo que no sepa mucho acerca de la fabricación del papel.
En primer lugar, por lo que respecta a los chinos, opino que tienen todo el derecho a utilizar el papel como mejor les convenga, aunque sólo sea por ser los padres de la criatura. Y en segundo lugar, quisiera recordar a todos los mal informados que el papel se puede fabricar de muchas formas, y a partir de materiales muy diversos: de trapos viejos, de restos vegetales, de paja, y también de papel recuperado. En el norte de Argentina existía no hace mucho una fábrica que estaba produciendo papel para impresoras a partir de los residuos de la caña de azúcar, después de pasar por el trepiche.
El auténtico problema, y la causa de la alarma, es otra. Es verdad que se están cortando árboles para fabricar papel. Pero el quid de la cuestión es que los métodos alternativos de fabricación de papel no resultan rentables para las grandes multinacionales papeleras. Seguramente, para mantener unos costes de producción aceptables y maximizar el beneficio, es mejor utilizar árboles enteros, triturarlos y convertirlos en pasta de celulosa que contentarse con un suministro modesto y una producción pequeña. Conviene recordar, además, que al menos en Europa la producción de papel está subvencionada, y esa fué la razón principal, entre otras, de la práctica desaparición de la industria papelera en España, en el momento de incorporarnos a la Unión Europea.
Y aprovechando la relación que existe entre este tema y otro de actualidad, llamo la atención sobre las bolsas de plástico de los supermercados. Tiempo atrás, y en otros lugares, las bolsas de los supermercados eran de papel (precisamente). Ahora son de plástico, y constituyen un problema, tanto para su reciclado como por el volumen que está adquiriendo su uso. Pero, vamos a ver, ¿quién tomó la decisión de cambiar las bolsas de papel por otras de plástico? No creo que fuera el consumidor, a quien ahora se quiere mentalizar de que se está comportando mal (o de forma poco ecológica, lo que viene a ser lo mismo). Apostaría a que fué una decisión de empresa: las bolsas de plástico eran seguramente más baratas. Y a modo de última pregunta, digo: ¿no deberían ser las empresas que decidieron el cambio las que deberían señalarse con el dedo? ¿No deberían ser ellas las que diesen marcha atrás? ¿No deberíamos, por una vez, dejar en paz al sufrido consumidor, y no esperar de él que arregle lo que otros no han querido hacer?
No digo más, creo que bastante he dicho ya.
PAPEL
Debo empezar confesando que el papel es algo que me ha acompañado toda la vida, y que ha sido la base de la mayoría de mis aficiones. Entre ellas se cuentan, por ejemplo, los recortables, maquetas que se recortan y pegan a partir de un dibujo impreso. Tampoco puedo olvidar la filatelia, que en el fondo consiste en coleccionar pedacitos de papel. Sería injusto, visto el enfoque de este blog, dejar a un lado la manía de escribir y contar historias, algo que empiezo siempre sobre papel, y a mano, antes de pasarlo al ordenador. Y "last but not least", es decir, por último, pero no menos importante, la papiroflexia, que los japoneses (y medio mundo) llaman origami, algo que me niego a hacer, entre otras cosas por haber conocido al creador de la palabra: el Dr. Solórzano Sagredo, del que tal vez hable otro día.
Pero el tema es el papel, y la obsesión que parece extenderse sobre su uso. Estoy de acuerdo en que el papel, como todo, debería usarse responsablemente y sin desperdiciarlo. Pero quiero hacer unas puntualizaciones sobre salvar los árboles y otras obsesiones. Al parecer, fué Humberto Eco quien comentó que si los indios y los chinos se decidiesen a usar el papel higiénico, no quedarían árboles. El señor Humberto Eco me merece todos los respetos como filósofo y escritor (ahí están El Nombre de la Rosa y El Péndulo de Foucault), pero me temo que no sepa mucho acerca de la fabricación del papel.
En primer lugar, por lo que respecta a los chinos, opino que tienen todo el derecho a utilizar el papel como mejor les convenga, aunque sólo sea por ser los padres de la criatura. Y en segundo lugar, quisiera recordar a todos los mal informados que el papel se puede fabricar de muchas formas, y a partir de materiales muy diversos: de trapos viejos, de restos vegetales, de paja, y también de papel recuperado. En el norte de Argentina existía no hace mucho una fábrica que estaba produciendo papel para impresoras a partir de los residuos de la caña de azúcar, después de pasar por el trepiche.
El auténtico problema, y la causa de la alarma, es otra. Es verdad que se están cortando árboles para fabricar papel. Pero el quid de la cuestión es que los métodos alternativos de fabricación de papel no resultan rentables para las grandes multinacionales papeleras. Seguramente, para mantener unos costes de producción aceptables y maximizar el beneficio, es mejor utilizar árboles enteros, triturarlos y convertirlos en pasta de celulosa que contentarse con un suministro modesto y una producción pequeña. Conviene recordar, además, que al menos en Europa la producción de papel está subvencionada, y esa fué la razón principal, entre otras, de la práctica desaparición de la industria papelera en España, en el momento de incorporarnos a la Unión Europea.
Y aprovechando la relación que existe entre este tema y otro de actualidad, llamo la atención sobre las bolsas de plástico de los supermercados. Tiempo atrás, y en otros lugares, las bolsas de los supermercados eran de papel (precisamente). Ahora son de plástico, y constituyen un problema, tanto para su reciclado como por el volumen que está adquiriendo su uso. Pero, vamos a ver, ¿quién tomó la decisión de cambiar las bolsas de papel por otras de plástico? No creo que fuera el consumidor, a quien ahora se quiere mentalizar de que se está comportando mal (o de forma poco ecológica, lo que viene a ser lo mismo). Apostaría a que fué una decisión de empresa: las bolsas de plástico eran seguramente más baratas. Y a modo de última pregunta, digo: ¿no deberían ser las empresas que decidieron el cambio las que deberían señalarse con el dedo? ¿No deberían ser ellas las que diesen marcha atrás? ¿No deberíamos, por una vez, dejar en paz al sufrido consumidor, y no esperar de él que arregle lo que otros no han querido hacer?
No digo más, creo que bastante he dicho ya.